La pandemia nos da una gran oportunidad para regresarle a la Navidad lo que ha ido perdiendo con los años: la reflexión, la paz y el reencuentro con lo esencial.

Los ciclos tanto en la Naturaleza, como en nuestras vidas, tienen un sentido. Independientemente de nuestras creencias religiosas, la Navidad y el fin de Año tienen un sabor especial. Hay una contradicción evidente entre lo que esta época pretende ser, y en lo que realmente se ha convertido. Por un lado, se habla de una época de búsqueda de armonía, de convivencia familiar, de evaluación del año que termina, de compartir, de ver por los demás, de celebrar, de relajarnos y de hacer una pausa. Por otro lado, es un período del año en donde se evidencian los pleitos familiares, los gastos excesivos, el consumismo, el acelere en el que vivimos, el estrés acumulado del año, etc.

Pero ¿qué creen? Esta Navidad, queramos o no queramos, va a ser diferente. Las circunstancias que nos está tocando vivir hacen que sí sea una Navidad de introspección, de silencio interior, de acomodar las cosas, de valorar la convivencia familiar como nunca, de bajarle al consumismo, de disfrutar lo simple, lo elemental. Creo que es una buena oportunidad de recobrar el sentido de esta época del año. Podernos detener, agradecer, llorar, saborear y despedir el año que termina, para poder nacer, abrirnos y recibir lo que comienza.

La pandemia nos está dando perspectiva, nos está ayudando, capacitando para discernir entre lo importante y lo periférico. A analizar el manejo de nuestros tiempos, en qué los invertimos, para decantar algunas relaciones, para reconstruir otras.

Todos queremos vivir en paz y armonía, esta época es una invitación a construirla desde lo concreto. Que no sea un concepto, una decoración o un teatro; que sea algo que anhelamos desde adentro y que trabajamos para vivirlo.

La idea del nacimiento es precisamente esta, el renovarnos por dentro. Hace una semana una persona muy querida para mi me compartía una oración que creo que independientemente de lo que creamos a todos nos dice algo:

Abba, despierta en mi, despierta.

Hazme vehículo de tu luz, de tu amor y de tu verdad.

Abba, despierta en mi, despierta.

He aquí a tu ser, hágase tu voluntad y no la mía.

Abba, despierta en mi, en luz, en amor, en verdad.

Despierta en mi, Abba.

Que esta Navidad sea para todos un despertar, un despertar como personas y como humanidad.