
Todos tenemos días, momentos y hasta épocas oscuras. Tiempos en donde sentimos que cargamos con la vida, que no vale la pena nada y vemos todo negro. Esos momentos los podríamos describir como momentos de desolación.
Nadie buscamos ni escogemos sentirnos de esa manera, y tampoco nos gusta quedarnos ahí. El problema es que muchas veces no sabemos cómo movernos de ese estado, además sentimos que no tenemos fuerzas para hacerlo.
Hay cosas que están en nuestras manos y hay otras que no. No podemos controlar lo que sentimos, pero si lo que hacemos con ese estado emocional. Lo primero que se nos recomienda es que no tomemos decisiones importantes cuando nos sentimos así. ¿Por qué? Porque no tenemos claridad, el estado de desolación obnubila nuestra consciencia y no nos permite ver la realidad como es. Por lo tanto, es muy probable que nos equivoquemos.
Eso no significa que no nos movamos, pero el movimiento más bien sería conveniente que fuera hacia atrás. Recordar momentos, actividades, compañías, prácticas que nos llenan de energía y en donde nos sentimos conectados con nuestra luz. Una vez hecho esto, hacer un esfuerzo por generar estos espacios, para reconectarnos con nosotros mismos y con la alegría de vivir.
Probablemente en un principio sintamos que no podemos o que no tenemos ganas, pero si perseveramos en el intento, tarde o temprano nos reconectamos con la fuente de vida que fluye en nosotros. ¿Cómo sabemos que el movimiento que estamos haciendo efectivamente nos está sacando de la oscuridad? Porque tenemos mayor claridad, mayor energía y nos sentimos en paz.
Si falta cualquiera de estos tres elementos, significa que nuestro corazón nos está avisando que o hay que duplicar el trabajo, o hay que cambiar de dirección. Como ya hemos mencionado, éste no nos engaña, al contrario, nos indica el camino. Este camino es para llevarnos a nuestro estado esencial: la paz y la armonía.
Todos tenemos días, momentos y hasta épocas oscuras. Tiempos en donde sentimos que cargamos con la vida, que no vale la pena nada y vemos todo negro. Esos momentos los podríamos describir como momentos de desolación.
Nadie buscamos ni escogemos sentirnos de esa manera, y tampoco nos gusta quedarnos ahí. El problema es que muchas veces no sabemos cómo movernos de ese estado, además sentimos que no tenemos fuerzas para hacerlo.
Hay cosas que están en nuestras manos y hay otras que no. No podemos controlar lo que sentimos, pero si lo que hacemos con ese estado emocional. Lo primero que se nos recomienda es que no tomemos decisiones importantes cuando nos sentimos así. ¿Por qué? Porque no tenemos claridad, el estado de desolación obnubila nuestra consciencia y no nos permite ver la realidad como es. Por lo tanto, es muy probable que nos equivoquemos.
Eso no significa que no nos movamos, pero el movimiento más bien sería conveniente que fuera hacia atrás. Recordar momentos, actividades, compañías, prácticas que nos llenan de energía y en donde nos sentimos conectados con nuestra luz. Una vez hecho esto, hacer un esfuerzo por generar estos espacios, para reconectarnos con nosotros mismos y con la alegría de vivir.
Probablemente en un principio sintamos que no podemos o que no tenemos ganas, pero si perseveramos en el intento, tarde o temprano nos reconectamos con la fuente de vida que fluye en nosotros. ¿Cómo sabemos que el movimiento que estamos haciendo efectivamente nos está sacando de la oscuridad? Porque tenemos mayor claridad, mayor energía y nos sentimos en paz.
Si falta cualquiera de estos tres elementos, significa que nuestro corazón nos está avisando que o hay que duplicar el trabajo, o hay que cambiar de dirección. Como ya hemos mencionado, éste no nos engaña, al contrario, nos indica el camino. Este camino es para llevarnos a nuestro estado esencial: la paz y la armonía.