
Cuando hablamos de la verdad nos podemos referir a varias definiciones de ésta. Por ejemplo, la verdad empírica se refiere a algo que es comprobable científica o sensorialmente. Cuando hablamos de verdad moral se a lo referente al bien y la evitación del mal.
Otro tipo de verdad se le puede llamar verdad existencial, y apunta a algo sumamente individual. Es la capacidad que tenemos de convertirnos en nosotros mismos, es decir, de desarrollar nuestro potencial.
Esta verdad existencial es lo que podemos describir como autenticidad, congruencia, integridad. Pero también es algo que no se acaba. El ir descubriendo nuestra verdad existencial es un proceso que toma toda la vida.
Es el ir encontrando lo que somos en lo más profundo de nosotros y que al mismo tiempo se manifiesta en todo lo que hacemos y expresamos.
Esta verdad habita en el corazón de todos nosotros, pero es necesario que hagamos silencio e interioricemos para poder encontrarla.
Si no lo hacemos, acabamos descentrados y actuando las expectativas de nuestro entorno, que no reflejan nuestro verdadero yo, y por lo tanto nos pueden generar una sensación de vacío que no sabemos bien de donde proviene.
Conforme vamos encontrando nuestra verdad, nos vamos sintiendo más plenos y menos ansiosos. Se manifiesta en una verdadera seguridad y confianza en lo que somos y nos descolocan menos las circunstancias externas. Es un poco lo que expresamos como “estar bien plantados”.
Todo esto no es algo estático, es algo que se va conquistando día con día. Y así se va afianzando en nosotros para permitirnos sentir la solidez interior que nos habita.