
Sin perseverancia no podemos realizarnos ni cumplir nuestras metas y objetivos. Sin embargo, tampoco podemos hacerlo si no sabemos confiar.
La confianza a veces se confunde con pasividad, o con el pensamiento omnipotente infantil que cree que si desea algo mucho lo va a lograr sin hacer nada.
La confianza es más bien una actitud de ecuanimidad y de esperanza frente a las cosas que no podemos controlar.
Esta actitud nos permite perseverar de una forma mucho más eficiente, ya que nos ayuda a distinguir aquello en lo que podemos colaborar y aquello en donde solo necesitamos ser observadores.
Un buen ejemplo de esto es la meditación. Para que este camino nos ayude a vivir en el presente necesitamos perseverar en la técnica y el tiempo que le dedicamos, sin embargo, lo que se da en el espacio de meditación no lo controlamos nosotros.
Creo que la confianza nos da apertura a recibir lo que se nos ofrece en cada momento, y la perseverancia es un tipo de generosidad en donde ponemos nuestra voluntad para que podamos crecer y expandir nuestro ser.
Es por eso por lo que se necesitan articular las dos, y una sin la otra pueden resultar estériles.
La respiración nos ayuda a hacer consciente este doble ejercicio de hacernos cargo y de soltar. Simbólicamente ejercitamos el hacer nuestro lo que hay para después regresarlo al entorno, a través de la consciencia del aire que inhalamos y exhalamos.
Algunas veces al hacernos conscientes de nuestra respiración podemos ver cómo esta se entrecorta o está detenida en alguna de las dos fases. Ya sea en recibir y hacernos cargo, o en soltar y confiar. A través de una respiración más consciente, podemos con intención, trabajar nuestra habilidad de confiar y perseverar.