Independientemente de las creencias de cada uno de nosotros, esta época del año huele y sabe a renovación. Se termina un ciclo y nace uno nuevo. 

Es una época para limpiar, sanar, acercarnos… “Allanar caminos”, quitar nudos, simplificar y regresar a lo que realmente nos importa. 

A pesar del ruido externo, del tráfico, del consumismo, del exceso de eventos sociales, de las noticias…intuimos un silencio, algo que resuena más allá de todo esto. Una invitación a interiorizar, a profundizar, a cuestionarnos y a rediriginos. 

Esta redirección implica elegir el rumbo que queremos tomar, y esto es una renovación. Nacer a la vida que queremos tener, a la que estamos invitados, que nos convoca. 

A veces creemos que esta renovación depende de circunstancias externas, de que se “nos concedan nuestros deseos”, pero en realidad es algo mucho más interno. 

Es quitar la paja, limar asperezas y resignificar la simpleza, lo cotidiano, lo que hay. Este es el misterio de la Navidad.

Renovar nuestra mirada para poder percibir la bendición y el regalo de cada día, de cada presencia, de cada amanecer, cada atardecer, de cada rayo de sol, brisa fresca, de cada sonrisa, de cada lágrima. 

Que esta Navidad podamos clarificar nuestra mirada para permitir que nuestro Corazón vea todo lo que se nos ofrece y pueda responder con la misma entrega, para convertirnos así en regalo para todo el que pasa por nuestra vida. 

¡Feliz Navidad!