Cuando observamos algo, normalmente lo analizamos. Nuestra mente juzga y categoriza lo que observamos para poder acomodarlo internamente. Lo calibramos con referentes internos que tenemos introyectados y así se va imprimiendo en nuestra mente.

Este funcionamiento de nuestra conciencia es muy necesario para ir aprendiendo, y para ir construyendo un sentido de la realidad que nos rodea. Asimismo, nos sirve para defendernos de lo potencialmente peligroso, acercarnos a lo que nos puede enriquecer y alejarnos de lo que sentimos que no nos aporta nada.

Es parte de nuestra consciencia proactiva y es necesario este observar para nuestro funcionamiento diario. Se nos dice mucho que hay que pensar antes de actuar, y creo que hace referencia a esta observación que nos permite evaluar.

Pero hay un nivel de consciencia y acercamiento a la realidad aún más profundo, que necesitamos ejercitar para poder vivir en paz y conexión con nosotros y con todo lo que nos rodea: el Contemplar.

Contemplar significa percibir lo que es o hay, sin juzgarlo, sin tratar de modificarlo, sin calibrarlo con nuestras expectativas, simplemente dejando ser lo que es y dejando estar lo que hay. También implica no tratar de retener eso que se nos está presentando.

En la contemplación hay libertad absoluta, libertad de nuestro discurso interno, de nuestras expectativas y de nuestros miedos. Y hay una profunda acogida y aceptación de lo que es y hay.

Cuando alguien nos observa, nos sentimos juzgados (para bien o para mal) cuando alguien nos contempla nos sentimos amados.