A veces asociamos la confianza con la ingenuidad, o la falta de responsabilidad. Pero no es así, la confianza no implica delegar nuestras responsabilidades. Más bien implica distinguir entre las situaciones en las que tenemos que responder poniendo de nuestra parte, y aquellas en donde lo que sucede no depende de nosotros.

En esa confianza, está una espera en recursos, no solo personales, sino de otras personas. También hay una implicación de una voluntad distinta a la mía, o de un orden que a veces no se comprende a simple vista.

El ser humano siempre ha tenido la intuición de que no solo existe lo que es evidente a los sentidos, sino de que hay algo que se mueve, da vida y sostiene todo lo que existe. Ese algo también implica un orden, o una armonía.

La confianza es una actitud mediante la cual le ponemos atención a eso que nos trasciende a nosotros mismos. En ocasiones esa confianza es depositada en otra persona, en otras es en nuestra propia fortaleza, y en muchas es simplemente en la vida misma y lo que la sostiene.

De alguna forma nos vamos programando para querer controlar todo, y ese afán de control nos dificulta el desarrollo de esta confianza.

A veces es útil tratar de poner nuestra atención en eso que nos sostiene y ha sostenido, para trasferir parte de nuestra energía de este afán de control a un fluir con lo que sucede a partir de la confianza.

Confiar es soltar, dejar ser, dejar ir, entregar. Y es parte de un continuo, en donde nos hacemos cargo de lo que nos toca, y nos rendimos a lo que no nos toca. Encontrar este equilibrio no es siempre fácil y es un trabajo constante.