
A pesar de que sabemos que las expectativas son muchas veces una fuente de frustración y sufrimiento para las personas. También sabemos que es muy triste no esperar nada.
La espera tiene que ver más con esperanza que con expectativa. Está relacionada con la confianza en algo o en alguien. Es como una promesa de algo que nos va a aportar o a enriquecer de alguna forma.
Cuando no esperamos nada, la vida nos puede sorprender si tenemos la apertura suficiente, pero también podemos caer en la desesperanza. En la negatividad, en mirar al suelo y no levantar la mirada. En la rendición que no es positiva, que más que aceptación es desesperanza.
Lo que nos mueve hacia adelante es muchas veces esta confianza que nos permite poner de nuestra parte, sabiendo que soplarán vientos favorables. El problema es cuando el motor es controlar todo lo que sucede a nuestro alrededor, o ajustarlo a nuestras expectativas. Ahí es cuando viene la frustración del resultado.
Culturalmente la espera se ha convertido en algo negativo, esto es debido a la inmediatez, la falta de tolerancia a la frustración.
La espera requiere paciencia, permitir que todo siga su ritmo, su proceso. Escuchar, estar atentos, y querer ver. También poner de nuestra parte, para permitir que las cosas sucedan. Cerrar el suelo y abrir las puertas. Preparar, y entonces, esperar atentos a dejarnos sorprender por la vida. Anhelar, pero no exigir, desear, pero no imponer. Seguir esperando, acogiendo la libertad del otro y sus propios ritmos.
Tu ¿qué esperas en este momento de tu vida? ¿cómo esperas? ¿qué anhelo profundo te mueve? ¿qué haces para que esto se concrete? ¿en quién o en qué confías?