Nuestros valores son las cosas que nos importan, a las que le damos peso. Estos valores se ven reflejados en nuestro día a día, si no es así, es que realmente no son tan importantes para nosotros.

Los recursos con los que contamos, físicos, emocionales, intelectuales y espirituales son los elementos que tenemos para poner al servicio de esos valores.

Cuando lo hacemos, sentimos satisfacción, y esos recursos que tenemos se potencian o se multiplican. Es decir, si ponemos al servicio de lo que nos importa nuestras riquezas, éstas cobran sentido y fluyen en la dirección en la que generan bienestar para nosotros y para las personas que nos rodean.

Por el contrario, cuando nuestros recursos no se alinean con las aspiraciones de nuestro corazón, se estancan y no son bendiciones, ni para nosotros, ni para nadie.

Es como el agua, que tiene que fluir para que no se estanque, no importa si es poca o mucha, si fluye limpia y enriquece por donde pasa, pero si no es así se estanca y se enturbia.

Si observamos nuestro día a día y vemos en donde ponemos nuestro tiempo y nuestra energía, podemos ver claramente cuáles son esos valores que mueven nuestro corazón. Si no hacemos estas observaciones podemos vivir una vida en automático, sin sentido, desperdiciando todos los dones que nos han sido dados para ponerlos al servicio de las aspiraciones de nuestro ser.

El sentido de la congruencia que genera armonía interna y externa es el poder poner en la misma dirección nuestros valores, y nuestros dones y talentos. Para así poder tener una vida llena de paz y plenitud.  Eso requiere claridad, pero también pequeñas decisiones que vayan en esta dirección.