Se ha hablado mucho de vivir en el presente, ya que es lo único que es real. El pasado ya pasó y el futuro todavía no es.

Sin embargo, no podemos aislar el presente del contexto que le da nuestro pasado y tampoco podemos no proyectarnos al futuro. La mente oscila entre estos dos, yendo hacia el pasado para ver hacia el futuro y en el presente tomar decisiones en base a la evaluación de estos dos.

Aunque es importante hacernos presentes en el aquí y ahora, a través de nuestro cuerpo y de nuestras percepciones, la mente necesita darle sentido a lo que se registra tomando en cuenta también lo que ha sido y lo que será.

Articular la atención que se puede centrar en lo que es en el momento presente, pero también la capacidad de darle sentido a esto a través de los recuerdos y los sueños es algo que todos necesitamos aprender a hacer.

Nuestras decisiones pequeñas y grandes están dirigidas por esta visión más completa. Para esto tenemos la parte activa de nuestra conciencia que nos permite pensar y verbalizar el sentido que le encontramos a este continuo, así como nuestras intenciones.

Asimismo, tenemos una consciencia pasiva, o un testigo interior que puede integrar todo esto sin necesidad de ponerle palabras y que, sí tienen la capacidad de estar plenamente presente en cada instante, sin que eso lo separe de lo que ha sido y de lo que puede ser. Podríamos decir que es una mirada más profunda de la vida que se articula con nuestras capacidades para dirigirnos, pero las trasciende.