Uno de los problemas más actuales es el individualismo, entendido como la consciencia fragmentada, es decir, separada de los demás.

Muchas teorías han descrito esta realidad como el Ego, que nos convence de protegernos de los demás o de aferrarnos a falsas seguridades que nos ayuden a no sentirnos tan solos.

El Eneagrama es una teoría de personalidad que habla de cómo las personas perdemos consciencia de nuestro ser que es completo y está conectado con todo lo que existe. Y entonces nos percibimos como incompletos, fragmentados y aislados de los demás.

Nuestra personalidad es descrita como un intento de superar esta limitación y reconectar con el entorno, pero muchas veces, este intento es fallido, ya que nos encierra otra vez en nuestra individualidad y, por lo tanto, en nuestra percepción limitada de la realidad.

La invitación del Eneagrama es a trascender esta mirada y percibirnos completos, conectados.

Esta misma invitación es compartida por la mayoría de los caminos espirituales, que nos permiten percibir y vivir también desde la consciencia colectiva. En donde somos totalmente nosotros mismos, pero al mismo tiempo, somos los demás. Y por lo tanto somos conscientes de que todo lo que vivimos tienen un impacto en nuestro entorno.

El diálogo entre estas dos consciencias implicaría claridad de nuestro ser individual y único, pero sabiéndonos conectados con todo y todos los que nos rodean.

Desde el yo, al nosotros, que no son sino uno.

Algunos autores le llaman a esto el proceso de personificación. Así como en Psicología se habla de un proceso de individuación, en donde se da una separación de los padres, para formar una identidad propia (necesaria para la salud mental). En la Espiritualidad se habla de un paso más: el de convertirnos en personas, interconectadas con los demás y por lo tanto capaces de amar y ser amadas.

Uno de los problemas de esto, es que nuestra consciencia individual cree que debe de apoderarse y apegarse a lo que piensa que le va a dar seguridad, mientras que nuestra consciencia espiritual necesita vaciarse para poder expandirse.

A través de un diálogo entre nuestra consciencia fragmentada y nuestra consciencia colectiva, podemos establecer una relación saludable entre nuestra individualidad y nuestro sentido de comunidad. Para así poder construir un mundo mejor para todos.