
No todos vemos lo mismo, desde nuestra experiencia matizamos todo lo que miramos. Estas experiencias van dejando creencias en nuestra consciencia, que son los filtros a través de los cuales percibimos la realidad.
Nuestro Ego muchas veces distorsiona dicha realidad, porque tiene un discurso basado en nuestros miedos. El Corazón sí percibe la realidad con claridad, o por lo menos la vislumbra.
El cristal a través del cual vemos todo lo que sucede, tiene que ver también con nuestro estado de ánimo. Si estamos agobiados, todo nos agobia, si estamos enojados todo nos enoja. Es como si necesitáramos acomodar lo de afuera a lo de adentro.
Las personas buscamos darle sentido a todo lo que vamos viviendo, no podemos vivir en el caos, acomodamos lo que va sucediendo para poder lidiar con lo que la vida nos va presentando. No obstante, ese acomodo no siempre es congruente con lo que está pasando, porque se ajusta a algunas creencias que limitan nuestra percepción de la realidad.
Por otra parte, a través de la profundización en el silencio de nuestro Corazón, podemos ir limpiando esa mirada, y modificar las creencias que no nos permiten percibir lo que la vida nos ofrece. Así nos conectamos con nuestra creatividad, y nos permitimos aproximarnos a lo que hay de una forma más auténtica y congruente.
Esta limpieza de mirada no es algo que sucede en automático, requiere de un cultivo de apertura y voluntad para acercarnos a la verdad de lo que somos y de lo que nos rodea.
Muchas veces nuestra incapacidad para ver es miedo al movimiento al que esa mirada nos pueda impulsar. Pero sin esa claridad de mirada, no podemos amarnos a nosotros mismos y tampoco a los demás.