
Los amigos y las personas que nos quieren de verdad tienen la característica común de no detenerse en nuestros defectos, en nuestras heridas, y poder contemplar lo que hay más allá de nuestra parte fallida.
Yo creo que poder ver lo que la otra persona en realidad es, y no solamente sus defensas o caretas, es resultado del amor genuino.
La mirada que brinca la fractura de nuestra reja y puede ver el jardín que hay dentro de nosotros, que está vivo y lleno de belleza, es la que nos hace vernos también a nosotros mismos.
A veces creemos que las caretas nos defienden y nos protegen de la vulnerabilidad. Muchas de éstas solo nos colocan en una postura que precisamente intentábamos evitar. Pueden convertirse en círculos viciosos. Como cuando no queremos ser atacados o lastimados, entonces lanzamos un ataque defensivo antes de ser provocados, y lo que generamos es precisamente un ataque. O cuando tememos ser rechazados, entonces mendigamos cariño de la forma que podemos, y acabamos siendo rechazados.
Cuando alguien ve más allá de estas estrategias fallidas, es cuando se clarifica la falta de eficiencia de ellas, y la falsa creencia de que son necesarias para protegernos. Nos damos cuenta de que no hay con qué luchar, y que más bien somos nosotros los que no vemos la riqueza que tenemos en nosotros.
Al entrar en contacto con esta congruencia interna, y sentirnos aceptados desde ahí, podemos florecer y fluir en todo lo que somos.
Aunque este es un trabajo interior de consciencia, hay relaciones y personas que nos facilitan este descubrimiento. ¡Benditas esas personas que ven más allá de nuestras caretas!