En la vida vamos tomando decisiones, lo sepamos o no. Cada momento, cada situación, nos presenta diferentes opciones a muchos niveles.

A veces es una posibilidad de acción, o de detenernos; otras es una actitud que tomamos frente a lo que está sucediendo, lo que queremos percibir, en dónde nos queremos focalizar, si nos cuidamos o nos descuidamos, si atendemos al otro o nos encerramos en nosotros. Si comprendemos o nos cerramos en nosotros mismos, y así podríamos seguir por mucho tiempo.

La mayoría de estas decisiones no son conscientes y las hacemos de manera automática. Muchas veces decidimos sin saber que no estamos decidiendo. Por ejemplo, no decidir, también es una decisión.

Lo que creo que es importante, es tomar consciencia de cómo todas estas decisiones van afectando nuestra vida y la de los que nos rodean.

Las pequeñas decisiones de todos los días, son las que construyen o destruyen nuestra vida. Y si no lo hacemos de manera consciente, el rumbo de nuestra vida y la tónica de ésta no están en nuestras manos.

Sería muy difícil y muy cansado tal vez estar consciente de todo lo que decidimos día a día, pero creo que si clarificamos nuestra intención, si sabemos a dónde queremos ir, estas decisiones pueden encaminarse en esa línea, y eso hace que sea más fácil tomarlas sin tener que darle muchas vueltas.

Cuando sabemos a dónde vamos, o a dónde queremos ir, esto dirige nuestros pasos. Me gusta pensar que cada paso es una decisión que nos lleva en una dirección. Muchas veces nos vamos a equivocar, pero si sabemos que nos estamos equivocando, podemos corregir el rumbo, o regresar a donde estábamos, para retomar el camino hacia donde queremos ir.

Nadie de niño decide ser un asesino en serie, o una persona corrupta. Son las pequeñas opciones que van tomando desde la infancia, que el la adultez dan fruto de esta manera. Nadie quiere ser un amargado, una persona difícil de convivir, una persona complicada; y sin embargo, poco a poco se va convirtiendo en eso. ¿Por qué? Por las pequeñas opciones del día a día.

Por eso vale la pena pensar qué es lo que queremos encarnar y emanar, para que en las decisiones que vamos tomando en cada instante, consciente o inconscientemente tengan ese matiz, ese rumbo, y así podamos ser lo que estamos llamados a Ser.