Muchas veces nos sorprendemos lastimando a los demás o lastimándonos a nosotros mismos, aunque sea de forma muy sutil. Creo que, si analizamos el origen de estas conductas o actitudes, podemos ver que su raíz es una herida.

Normalmente esta herida tiene que ver con no habernos sentido amados o aceptados por los demás, y esto va distorsionando nuestra percepción y más tarde nuestra conducta.

Todos tenemos alguna historia de desamor que nos ha generado una visión distorsionada de nuestro valor o de lo que somos.

Para descubrirla podemos observarnos, para ver cuándo reaccionamos de forma irracional, o cuándo lastimamos a alguien. Si rastreamos nuestros pensamientos, podemos descubrir el origen de esa herida.

Así podemos reeditar nuestra historia, narrarla desde otra perspectiva y contactar con el amor que sí hay en nuestros corazones, podemos sanar el origen de las conductas o actitudes destructivas que tenemos.

Hay cicatrices que se revelan para volver a su condición primera, que es la herida. Asuntos del pasado se reactivan y se vuelven a manifestar. La intención de esto es la integración.

Pero esta integración requiere consciencia y voluntad de aceptar lo que somos en nuestra totalidad, sin escudarnos en las heridas no reconocidas pero operantes. Lo primero es reconocerlas, pero lo segundo es resignificarlas. Para finalmente integrarlas con las certezas, los agradecimientos y las miradas externas e internas que nos permiten ver y valorar todo lo que somos.