Las Crisis en la vida en realidad se podrían definir como claroscuros que surgen frente a una manifestación de cambio. Estos cambios nos generan confusión, sin embargo, después de esta confusión puede haber una mayor claridad. Después de la oscuridad hay luz.

Muchas veces la costumbre o la rutina hace que no veamos muchas situaciones que están delante de nosotros. Es como si nos ajustáramos a ellas y no nos permitieran ver.

Es por eso que necesitamos atravesar por crisis. Las crisis pueden ser muy angustiosas, pero también son oportunidades.

Se genera un desorden en nuestra vida que nos desbalancea y nos descoloca, pero también que nos sitúa en un plano diferente. Este plano nos permite observar y observarnos desde otro ángulo. Si no hubiera surgido dicha crisis, probablemente no nos hubiésemos puesto en ese lugar. Es como si nos forzara a movernos, para poder crecer en nuestro autoconocimiento.

La vida está llena de estos movimientos, pero la mayoría son imperceptibles. Solo los que nos sacuden de una forma evidente, los registramos. Frente a dicho registro podemos negarlos, instalarnos en la angustia o la desesperación que nos producen, o aprender de ellos.

Este aprendizaje comienza por abrir los ojos, después de este ejercicio, podemos permitirnos asimilar lo que nuestra mirada ha percibido y recibido. Esta novedad irá madurando en nuestro interior, y después, si nos escuchamos a nosotros mismos, sabremos qué hacer con ella.  Nos llevará por donde nos tenga que llevar, para ir a donde estamos convocados. A nuestra propia realización.