
Muchas veces hemos hablado de la necesidad de ir hacia nuestro centro, hacia nuestro corazón. Entendido no como el centro emotivo, en donde están nuestros sentimientos, sino como el núcleo de nuestro ser en donde habita nuestra identidad más profunda.
Esa parte de nosotros es inaccesible al discurso, a las palabras. No puede ser entendida, solo puede ser experimentada. Es por eso que el camino de acceso a nuestro centro es el silencio.
Cuando escuchamos la palabra silencio, pensamos en él como ausencia de palabras. Pero las palabras son sonidos que emitimos para expresar lo que tenemos en nuestra mente, lo cual es sumamente necesario para acomodar experiencias y para comunicarnos. Solo que cuando esas palabras no están sustentadas en el silencio, son huecas, no dicen nada acerca de lo que realmente somos.
El silencio es algo natural, pero también algo que se ejercita, que se entrena. Hacer silencio físico es muy sencillo, pero no lo es hacer silencio interior. Nuestra mente está todo el tiempo haciendo ruido, y ese ruido nos distrae del lenguaje del corazón, que es el verdadero silencio.
Esta experiencia no puede ser descrita con palabras, pero algunos autores hablan de ella como el vaciarnos, el poner atención en las percepciones en vez de los pensamientos, el aquietarnos, y el anclarnos en el presente.
Cualquiera que sea la descripción, son esos momentos en donde focalizamos en lo que no es ruido, en donde tocamos el silencio y entramos en contacto con lo que realmente somos y con lo que realmente hay. Ese es el acceso al Corazón, a lo que somos en realidad y que nos comunica lo que después podemos expresar en palabras o en acciones.
Sin estas pausas, sin este silencio, nuestra vida es aturdida por el ruido y hace ruido. Perdemos de vista nuestra verdadera identidad, desde la cual nuestra vida cobra sentido y da vida a los demás.
Cada persona se adentra al silencio de forma distinta, pero hoy tenemos acceso a muchas herramientas que nos permiten hacerlo. Son herramientas simples en explicación, más difíciles en implementación, debido a que la inercia de nuestro mundo nos lleva hacia el ruido. Necesitamos romper con dicha inercia en un esfuerzo por incorporar el silencio a nuestra vida, y el resto del trabajo lo hace el silencio mismo.