
En el desarrollo infantil, la psicología ha hablado mucho sobre la angustia de separación que tiene un niño o niña de su mamá o de su cuidador primario. Este estado se produce por la sensación de vulnerabilidad y desprotección que siente un niño/a cuando no está en la presencia de la fuente de cuidado primario.
Esta angustia, en el mejor de los casos, se va manejando, transfiriendo la energía que ponemos en nuestros cuidadores a nosotros mismos. Así, empezamos a sentirnos sostenidos más allá de la presencia concreta de estas figuras.
Así también, vamos encontrando cierta solidez interior que sentimos que nos puede estructurar y sostener. También vamos encontrando cómo cuidarnos y protegernos a nosotros mismos.
A lo largo de la vida, cuando nos alejamos de la sabiduría interna que nos sostiene, también nos produce una sensación de angustia. Esta ansiedad de separación de nuestro centro es un indicador de incongruencia.
Cuando no resonamos con nosotros mismos, se genera una sensación de incomodidad. Se puede manifestar en pensamientos obsesivos, en culpa, en inseguridad, o de otras formas. Pero el común denominador es ansiedad.
En cambio, cuando las decisiones que tomamos, nuestros actos, nuestras palabras, van en sintonía con nuestro ser, se produce una sensación de paz y armonía que denota congruencia. Podríamos decir que denota el nivel de veracidad.
La veracidad es estar en armonía y de acuerdo con lo que somos. Cuando nos distanciamos de esto, nos sentimos incómodos y ansiosos.
La maravilla es poder escuchar esta sabiduría interna que nos va acercando más a la integración de lo que somos y alejando de la dispersión que nos hace perdernos. Solamente hay que afinar el oído, guardando silencio, para escucharnos a nosotros mismos.