Frente a las noticias diarias de un mundo roto en muchos sentidos, podemos tomar dos posturas: la angustia o la esperanza.

La angustia es un estado emocional que se puede convertir en un modo de existir, lo cual tiene muchas desventajas. Nos pone en un modo de supervivencia que nos hace vulnerables a ser manipulados y a caer en el consumismo para anestesiar este estado.

Por otro lado, podemos vivir con esperanza, que también es un estado emocional o existencial que genera apertura a lo que se va presentando frente y en nosotros. Es parecido a confiar y a tener fe en la vida, y nos permite movilizarnos para concretar aquello en lo que confiamos o creemos.

Muchas veces se puede confundir el concepto de positividad con el de esperanza, pero el filósofo surcoreano Byung-Chul Han, hace una distinción muy asertiva entre estos dos conceptos. El positivismo no es tan distinto de la negatividad, ya que los dos tienen una actitud cerrada frente a lo que sucede. Tomando una postura predeterminada frente a la realidad. Esto también hace que nos encerremos en nosotros mismos, es decir que seamos individualistas.

Mientras que la esperanza, como ya mencionábamos implica una apertura a la realidad que incluye a los que están en ella. Es decir, piensa, no en un yo, sino en un nosotros, y moviliza para poder concretar aquello en lo que creemos.

La esperanza se traduce en acciones concretas, en palabras, en miradas, en constructos, y en una forma particular de relacionarnos.

Espero que este Año 2025 podamos habitarlo con esta actitud existencial que es la Esperanza, y que eso nos permita construir entre todos el mundo en el que queremos vivir.