La valoración o la apreciación de algo o alguien hace que su potencial se despliegue. Es como si la mirada que ve lo valioso en nosotros lo activara.

El autoconcepto y, por lo tanto, la autoestima se construye en la percepción de nuestro propio valor. Único e intrínseco.

No tiene que ver con lo que hacemos o lo que logramos. El simple hecho de ser nos hace profundamente valiosos. El problema es que muchas veces ponemos nuestro valor en lo que logramos o en lo que proyectamos.

En ese engaño, por momentos podemos tener el privilegio de que alguien vea más profundo, y entonces se despierta en nosotros lo que realmente somos.

Ver así a alguien no es solo saber lo que es, sino también lo que puede ser. Esa posibilidad se hace real en la simple mirada. Y hace que se despliegue.

Tiene mucho que ver con el agradecimiento, ya que éste es la apreciación y la valoración de lo que nos rodea y lo que aporta a nuestra vida. Vemos el enriquecimiento que nos trae la presencia de algo o de alguien. Eso es percibido por el otro y hace que se manifieste todo su valor.

Por el contrario, la mirada devaluatoria nos constriñe y empequeñece. No porque no seamos valiosos, sino porque no lo percibimos, y al no saberlo lo escondemos a los demás y a nosotros mismos.

Si miramos así, y tenemos la suerte de tener a alguien que nos vea de esta manera, encontramos por qué el Amor de esta forma hace todas las cosas nuevas. Es decir, las renueva y las confirma.