
Tenemos muchas posibilidades de crecimiento, pero sin querer no podemos. Muchas veces decimos la frase “no puedo”, cuando en realidad es “no quiero”.
No siempre “querer es poder”, pero no podemos si no queremos. Para poder sanar y evolucionar hay que estar dispuestos a movernos.
Muchas veces no nos damos cuenta de que estamos instalados en una zona de confort. No nos damos cuenta porque no es precisamente cómoda esa postura en la que estamos. Pero el miedo nos impide salir de ésta y probar una nueva.
Sin movernos y abrirnos a lo nuevo, no podemos crecer y sanar. Ese movimiento en ocasiones implica atravesar momentos difíciles y sentimientos incómodos. Sin embargo, sin ese paso, nos quedamos estancados y atorados en nuestro propio enredo.
Esto muchas veces es inconsciente, pero si no nos damos cuenta, terminamos autosaboteando nuestra evolución y nuestra felicidad.
Este tope de la voluntad es mucho más evidente para los que nos rodean. Muchas veces pasamos la vida tratando de movilizar o cambiar a los de nuestro alrededor. Para pronto darnos cuenta de que eso es imposible e inútil. Que, si no quiere la personas moverse, por más que lo intentemos no podemos hacer nada por ella.
La cerrazón tiene que ver con miedo, y para crecer necesitamos apertura. El simple hecho de identificar nuestros miedos nos capacita para poder abrirnos al cambio y al crecimiento. Sin esto, nos topamos con la falta de voluntad.