
Se ha hablado mucho de la diferencia entre dolor y sufrimiento. El primero es algo inevitable, puesto que la vida va presentando pérdidas o carencias que producen esta sensación que llamamos dolor, de mayor o menor intensidad. Por otra parte, el sufrimiento algunas personas la consideran una experiencia opcional, debido a que es la elaboración mental que hacemos del dolor.
A pesar de que sobre el sufrimiento tenemos más control que sobre el dolor, también es una experiencia humana hasta cierto punto inevitable. Es una manifestación de nuestra vulnerabilidad. Existen muchas estrategias y herramientas que nos permiten lidiar con éste, pero, ni reprimirlo, ni alimentarlo son eficientes.
Muchas de las distracciones e incluso de las adicciones, tienen como objetivo la amortiguación del sufrimiento, pero también sabemos que no son efectivas, ya que acaban produciendo más dolor del que evitan.
Sin alimentarlo con pensamientos negativos, hoy sabemos que el sufrimiento y el dolor necesitan ser atravesados, para poder trascenderlos, asimilarlos y así poder sanarlos.
No quiere decir que nos provoquemos el dolor ni que lo busquemos, simplemente si llega, que le demos un espacio en nuestra consciencia y nos permitamos experimentarlo. De esta forma, habita en nosotros durante un tiempo, pero también se va, dando espacio a otras emociones y experiencias. Muchas veces incluso, dejándonos un aprendizaje o conectándonos con los demás de una forma más profunda.
En ocasiones, el malestar constante que experimentamos no es otra cosa que el ruido del que nos llenamos para evitar sentir el dolor o el sufrimiento, ya que les tenemos miedo. Pero cuando logramos identificar y vencer este miedo, y nos damos permiso de sentir lo que está debajo de él, podemos atravesar el dolor para después estar en mayor armonía y paz con nosotros mismos y con el mundo que nos rodea.
Nadie quiere sentir dolor, y mucho menos quedar atrapado en él. Pero es parte de nuestra fragilidad como seres humanos, y también es parte de nuestra conexión sensible con el mundo y con los demás. Es el precio de vivir y de amar.