Mi mamá siempre ha dicho que “es de bien nacido se agradecido”. Pero para agradecer hay que saber Recibir.

Todos sabemos que el agradecimiento es una de las virtudes o actitudes más importantes en nuestras vidas. Una persona agradecida es una persona feliz. Es alguien que se siente lleno, que sabe lo que tiene y es. 

Pero si nos sentimos totalmente llenos, nos cerramos, y ya no podemos recibir. Esta línea es muy interesante, porque, por un lado, para fluir necesitamos mantener una actitud de apertura. 

Apertura a lo que hay afuera, a las relaciones, a lo que las personas nos pueden aportar y ofrecer. Una disposición a recibir, pero sin retener. Y también sin exigir.

Es como la escucha, en donde nos mantenemos atentos al otro, sin perdernos a nosotros mismos, pero en un silencio interior, que le dé espacio al otro para también estar en nosotros. Este tipo de escucha permite el contacto profundo entre nosotros. 

A algunos de nosotros nos cuesta trabajo recibir, y por lo tanto también escuchar. Vaciarnos, silenciarnos, para poder percibir y recibir lo que el otro nos está ofreciendo. Asimilarlo, para poder experimentar el enorme agradecimiento de lo que cada persona, cada situación te puede aportar. 

Cuando guardamos silencio y en la sencillez de ese silencio, vemos los espacios que tenemos dentro de nosotros, podemos dejar habitar esos espacios por todo lo que va pasando en nuestras vidas. 

Si vivimos con ruido, evadiendo lo que hay en nuestro interior. Ni podremos escuchar, ni podremos recibir todos los regalos que cada instante de nuestras vidas nos ofrecen. Y sobre todo la presencia de las personas que están en nuestras vidas, que traen dones invaluables que enriquecen nuestras existencias y que cuando las vemos, solo podemos bendecir y agradecer.