Los seres humanos tendemos a utilizar, y a veces, a objetualizar. Tal vez a perder la mirada de que no somos los únicos con vida a nuestro alrededor. O que la vida que no es nuestra es menos valiosa. 

Hay vida en todo lo que nos rodea, y si limpiamos nuestra mirada y percibimos esa vida, veremos que estamos conectados a ella.

Si prestamos atención, veremos cómo la Naturaleza es una comunidad de seres vivos que interactúan constantemente y que comparten un espacio. 

Si no vemos esa vida, solo percibimos un escenario en donde nosotros creemos ser los protagonistas o los solistas. 

Tal vez la explotación desmedida de la Naturaleza venga de esta insensibilidad. El resultado de verla como inerte, como algo muerto, o como un simple escenario. 

Si solo se remitiera a la Naturaleza esta insensibilidad, tal vez por lo menos habría más armonía entre los seres humanos. Pero este trato hacia ella es también un síntoma de la forma como tendemos a tratarnos unos a otros. Como objetos, los cuales podemos utilizar a nuestro antojo o a nuestra conveniencia. 

Esto no solo afecta al tejido social, generando violencia y desconexión. Sino que también nos afecta individualmente, ya que nos perdemos de la enorme riqueza de conectar con el sujeto que tengo enfrente, y que si lo percibo como tal, puede aportarme algo invaluable en un intercambio comunitario. 

Si recuperamos la mirada de la Naturaleza como una comunidad viva, tal vez también eso limpie nuestro corazón para el riquísimo intercambio con la Comunidad Humana.