
El poder es una palabra que puede tener una connotación positiva o negativa. Todo
depende de si se usa como verbo, o si se usa como sustantivo.
Si yo digo que puedo, es que entró en contacto con mi libertad, con mi capacidad y con la
posibilidad de tomar responsabilidad sobre mi vida.
En cambio, si yo digo que tengo poder, estoy muchas veces refiriéndome a una
dominación de algo o de alguien. Creo que esta manera de entender el poder me pone en
contraposición del otro, en competencia por un ganador.
El poder es algo que se nos es dado, que tenemos de manera intrínseca. Por lo tanto, no
podemos presumir o sentirnos orgullosos de él. Es parte de lo que somos.
Si este poder no se pone al servicio de los demás y de mi propia evolución, no sirve para
nada. El ejercer el poder o no es una decisión personal interior.
Por lo tanto, tiene mucho que ver con la libertad. Yo puedo elegir conectarme con mi
poder, con mi sensación de que puedo, pero también en libertad, dejar que el otro se
conecte con el suyo. En esta disposición, ninguno se tiene que imponer sobre el otro, ya
que hay un concepto de unidad. No de división.
Lo que muchas veces nos distancia de este poder personal es el percibirnos como
individuos separados que necesitan sobrevivir frente a los demás y frente al mundo. Y
entonces es cuando puedo buscar tener poder, para compensar mi sensación de fragilidad
o vulnerabilidad. Esto es el poder como sustantivo.
Cuando ponemos atención a nuestro interior, podemos ver cómo ese poder que
buscamos nos habita y por lo tanto nos permite crearnos a nosotros mismos. Esto sería el
poder como verbo.
Lo increíble es que cuando entramos en contacto con nuestro poder personal, las
personas que pasan por nuestra vida entran en contacto con el suyo, y no genera rivalidad
ni competencia. Sino que se potencia mi poder personal al percibir el de las personas que
nos rodean.
Esto nos permita también gobernarnos a nosotros mismos, tener autoridad. Muchas veces
evitamos esto por estar dispersos o por no querer salir de nuestra comodidad.
Sin embargo, existir implica hacernos cargo, y entonces seremos una bendición para los
demás.