
Todos tenemos expectativas, esperamos algo. A veces esas expectativas nos empujan, y a veces nos impiden disfrutar lo que tenemos.
Hay una diferencia entre esperar algo de manera rígida y esperar con apertura. Cuando esperas algo muy específico, muchas veces lo que viene no es suficiente para la imagen que te construiste. En cambio cuando lo que esperas tiene apertura, muchas veces lo que llega, no solo te sorprende, sino que lo puedes agradecer.
Un ejemplo de esto es que todos deseamos que las personas que queremos sean felices; sin embargo, lo que la felicidad es para cada uno, o lo que puede generarla, no es algo que podemos definir ni encasillar en un solo evento o en algo específico. Muchas veces estos deseos son solamente la manifestación de nuestra necesidad de controlarlo todo, y no vemos lo que puede ser bueno para esa persona, que probablemente no fuese algo que hubiéramos elegido.
Tenemos una tendencia a evitar todo lo que catalogamos como desagradable, sin darnos cuenta que en esa evitación nos perdemos de mucho aprendizaje. Muchas veces, es a través de la capacidad de atravesar situaciones que nos duelen como podemos sanarlas, integrarlas y seguir experimentando la vida con lo que trae. Evitando creemos que simplificamos, cuando en realidad enredamos. Porque nos quedamos atorados en algo.
Las vivencias nos traen no solamente una emoción, sino varias, y cuando bloqueamos una también bloqueamos las demás. Cuando experimentamos tristeza por algo que no salió como queríamos que saliera, soltamos y podemos experimentar alegría de lo que sucedió en su lugar. A veces también la mente tiende a seleccionar lo que pensamos que deberíamos sentir en cada evento determinado, sin permitirnos experimentar la mezcla de sentimientos que nos despierta cada vivencia, sin tener que discriminar ninguno. Aquí también es sano soltar expectativas de lo que “deberíamos” de sentir; pudiendo así integrar todo lo que experimentamos, y así poder estar más presentes y sentirnos en mayor armonía.