
Hace unas semanas escribí unas líneas sobre el peligro de confundir la palabra con la experiencia.
Hoy me gustaría hablar del poder de ésta. La palabra no solamente es la expresión más fina de la mente humana, sino que es una de las principales cosas que nos distinguen de otras especies en el planeta.
Freud decía que la angustia es energía no puesta en palabras. La incapacidad para verbalizar algo es el origen de muchas de las patologías. . La palabra liga la energía de una emoción o de una experiencia, representándola en el mundo consciente. Acomoda dicha energía, lo que resulta en algo curativo. De esa manera podemos luchar con la angustia y hacer que ésta desaparezca.
En el blog que mencioné al principio, hablaba del peligro de creer que la palabra sustituye la experiencia. Esto es debido a que muchas veces utilizamos palabras que no son nuestras y quedamos atrapados en ellas. Sabemos que hemos caído en esto porque sentimos que no es apropiada y que no resuena con la experiencia que tenemos. Asimismo, existe la trampa de utilizar palabras viejas para expresar experiencias nuevas.
Sin embargo, una palabra adecuada es precisamente el vehículo para poder resolver las cosas internamente y a nivel relación. Es lo que posibilita el vínculo con los demás. Crea puentes para poder trascender soledades y poder tejer nuestro tejido social que nos constituye en esencia como seres relacionales.
Por eso no solamente es una trampa, sino algo elemental que nos lleva a la aceptación de lo que hay, que como hemos dicho muchas veces es el punto de partida. Aceptación de lo que va sucediendo dentro de nosotros, pero también de nuestra interacción con el entorno. Y a partir de esa consciencia, podemos articularla para acomodarla y posteriormente compartirla con los demás y así dar un pedazo de lo que somos. Al exteriorizarla, la otra persona la acoge y permite asomarse a lo que somos. De esa forma vamos construyendo la interacción y el mundo de palabras compartidas que nos enriquecen y nos conectan.
En estas líneas intento precisamente eso, utilizar mis palabras para compartir experiencias, esperando que resuenen de alguna forma con las tuyas.