Cuando decimos que somos únicos e irrepetibles, no es un rollito que nos hemos comprado para poder construir una buena autoestima. Es una realidad, que con frecuencia no tomamos demasiado en serio.

En efecto, cada ser vivo es insustituible, ya que no existe uno igual al otro, y por lo tanto el espacio que ocupa, no puede ser reemplazado por ninguno.. 

Esta realidad, no solo nos afianza y apunta hacia el sentido de valor intrínseco de cada ser vivo, sino que también nos habla de una enorme responsabilidad, la cual es indelegable.

Si asumimos que somos insustituibles, ya que cada uno encarnamos en nuestra particularidad algo único, también afirmamos que lo que cada uno tiene para aportar a este mundo, es una opción en libertad. Si yo decido guardarme para mí todo aquello que soy, el mundo se privará de eso que, si decidiera entregar, aportaría y enriquecería a mi entorno.

A veces confundimos el bienestar o lo que llamamos felicidad, con obtener o acumular una serie de “cosas” o experiencias, cuando en realidad, lo que nos plenifica, y nos hace sentir en armonía, es consecuencia de la entrega gratuita de aquello que somos. 

Algunos autores han definido esto que llamamos felicidad, con la sensación de bienestar que se produce cuando estamos viviendo nuestra misión de vida, o cuando estamos encaminados hacia nuestro ideal, que nos mueve.

Esto es algo particular en cada uno de nosotros, y encontrar esta misión y nuestros ideales, lleva tiempo. Implica una evaluación de la serie de dones, talentos, fragilidades que constituyen nuestra identidad, junto con todo lo que nos atrae, nos mueve y anhelamos. 

Este sentido de identidad, trasciende lo que llamamos personalidad, ya que ésta está formada por una serie de roles, defensas, y estrategias para lidiar con nuestra realidad, que no reflejan en su totalidad lo que realmente somos. 

En ocasiones lo que obstaculiza que veamos más allá de nuestras máscaras es la falta de aceptación de lo que somos, o las expectativas externas que a veces son tan estridentes que nos impiden apreciar lo que si nos constituye como personas distintas de los demás. 

El problema de esta falta de aceptación o falta de autoconsciencia, es que nos impida apreciar y agradecer el regalo tan preciado de nuestra propia identidad, y finalmente nos obstaculiza el poderlo ofrecer a los que nos rodean para poder enriquecer la red preciosa de identidades de la que somos parte, lo sepamos o no.

Un ejercicio útil para descubrir esto que encarnamos, es hacer una lista de cosas que haces todos los días y traducir esas acciones en las cualidades que suponen. Puede ser un paso importante para conocer y apreciar el regalo de nuestra identidad. Te invito a intentarlo.