Las personas tendemos a quejarnos constantemente de muchas cosas, pero creo que una de las quejas principales tiene que ver con la convivencia con las personas más cercanas. Ya hemos hablado en otras ocasiones, de que la calidad de nuestra vida depende en gran medida de la calidad de nuestras interacciones diarias.

Todos tenemos en nosotros aspectos con los que es fácil convivir, y otros con los que no. El asunto, es que por lo general vivimos viéndonos al espejo, es decir, auto centrados, concentrados en todo lo que nos molesta o nos estorba de los demás.

¿Qué pasaría si de repente abriéramos el espejo, y lo convirtiéramos en una ventana para asomarnos a la manera como las personas con las que convivimos perciben la vida, y nos perciben a nosotros? Mi intuición es que facilitaría bastante nuestra convivencia y ampliaría nuestra mirada. Por lo menos la matizaría.

Tal vez no podamos contestar la pregunta de qué se siente vivir conmigo de manera objetiva y total, pero si nos permitirá ejercitar la tolerancia con las conductas de los demás y también la consciencia de una manera distinta. Empezando por tomar responsabilidad de lo que nosotros generamos y emanamos.

La tentación aquí es polarizarnos. O contestar en positivo, negando todo aquello que es complicado y difícil en nosotros. O ser demasiado duros con nosotros mismos, ampliando lo negativo y castigándonos por ello.

Nadie somos ni ángeles ni demonios, todos tenemos luces y sombras, virtudes y defectos, y todo esto nos constituye y nos hace ser lo que somos. Probablemente, a través de la mirada del otro, podemos aprender a integrar mejor estos aspectos, y reconociéndolos, hacernos cargo de ellos.

En ocasiones sentimos que si algo no lo reconozco va a desaparecer, o que, si acepto algo negativo, se va a hacer más grande. Pero en realidad es todo lo contrario, todo lo que no hablamos o percibimos tiene un mayor poder sobre nosotros, en contraste con lo que efectivamente aceptamos y reconocemos.

A todos nos gustaría saber o pensar que nuestra compañía es agradable para las personas que nos rodean. Creo que si nos preguntamos si realmente lo es, es mucho más factible que podamos ser esta compañía que queremos ser. Abriendo la ventana a asomarnos a los demás permitimos que entre el aire que refresca y enriquece aquello que somos.