
¿Por qué a veces reaccionamos de una manera que no nos gusta y no resuelves las cosas y por qué a veces nuestra respuesta resuelve y nos hace sentir cómodos? La reacción es del Ego, la respuesta del Corazón.
Alrededor de nosotros pasan muchas cosas, también adentro de nosotros. Tenemos emociones, que son respuestas químicas de nuestro cuerpo, estamos interconectados con los que nos rodean queramos o no queramos, por lo que el estado de los demás influye en nosotros, hay acontecimientos diarios buenos y malos, y la mayoría de éstos quedan fuera de nuestro control. Muchas de estas cosas no las escogemos, suceden. Hay dos formas de plantarnos frente a esta realidad: reaccionando o respondiendo.
Como ya hemos comentado, en nosotros opera una estructura que se llama el Ego que se alimenta de nuestros pensamientos. Esta parte nuestra frente a todo lo que mencioné anteriormente, reacciona. Opera con un tipo de consciencia que se llama la consciencia reactiva. Dicha consciencia cataloga algunos estímulos y acontecimientos como positivos y otros como negativos, aceptándolos o rechazándolos respectivamente. Para distinguir, nuestra mente juzga todo lo que sucede o nos sucede, catalogándolo y calibrándolo con el pasado o con el futuro, lo que genera en nosotros deseo, miedo, nostalgia, etc. El problema es que con aquello que lo calibra, es una historia bastante distorsionada que nos hemos contado de nosotros mismos y de los demás. Esto deriva en que tengamos reacciones frecuentemente desatinadas a lo que va sucediendo. Como leer la conducta de los demás como que “me hacen”, en lugar como simplemente “hacen”. El resultado muchas veces es sufrimiento, problemas de comunicación, malestar, sentimientos de vacío y soledad, o de victimismo.
Por otra parte, también tenemos otro tipo de consciencia que habita en nuestro corazón. No en nuestro centro emocional, sino en el centro de lo que somos. Algunos autores le llaman el ser, otros el espíritu, otros el centro, otros el alma, etc. Lo importante es que es nuestra parte congruente, que le da sentido a todo, en donde habita nuestra verdad y donde estamos conectados con todo lo que existe. Esta consciencia es la consciencia contemplativa. No juzga, acepta lo que viene como es, con una mirada limpia dejando ser, y dejando ir. Es el núcleo de donde surge la armonía, el desapego y la capacidad de comunicarnos, compadecernos y consolarnos unos a otros.
La diferencia principal en la manera de operar de los dos es que uno reacciona, como si trajera un bat a todo lo que sucede, y el otro acepta y fluye, pero sin descolocarse. ¿Cómo sabemos si estamos reaccionando o respondiendo? Cuando reaccionamos normalmente no es atinado, y en cambio cuando respondemos no nos equivocamos. Lo sabemos por los frutos, lo que generamos, en nosotros mismos y en los demás.
La consciencia contemplativa se ejercita a través de cualquier técnica de trabajo espiritual genuino, ya que éste tiene como finalidad reconectarnos con nuestro centro o con nuestro espíritu, así como incrementar la capacidad para vivir y operar desde ahí. Las técnicas de “Mindfulness” o Atención Plena, también son de gran ayuda para poder distinguir entre estas dos maneras de plantarnos frente al mundo.