
Los caminos espirituales, de manera muy simplificada, lo que pretenden es regresarte a tu centro, a tu ser, a tu espíritu.
El Eneagrama no pretende ser un camino espiritual completo, pero tiene dos aspectos que lo conectan con lo espiritual de manera muy importante.
El primero es su historia. La historia del Eneagrama se remonta al 2000 A.C. aproximadamente, y es parte de lo que algunos autores llaman la Sabiduría Perene. ¿Qué es esto de la Sabiduría Perene? Es como un tronco común que ha ido formando los seres humanos a lo largo de la historia, al que han ido sumando todo lo que han ido descubriendo acerca de sí mismos, de la naturaleza, de las relaciones y de su relación con la trascendencia.
El Eneagrama, de una manera que no conocemos a profundidad, ha estado presente a través de los siglos como parte de este conocimiento.
El segundo aspecto que vincula al Eneagrama con la Espiritualidad, es debido a de lo que se ocupa; el para qué del Eneagrama. Se define como una herramienta de autoconocimiento, y el autoconocimiento es parte intrínseca del desarrollo espiritual. Pero aún hay más… Esta teoría sostiene que nuestra personalidad se forma a partir de un “oscurecimiento ontológico”, es decir, una pérdida de sentido o de visión de nuestro verdadero ser; de lo que somos en esencia.
En esencia, somos seres completos, no fragmentados y en contacto con la trascendencia, amados en nuestra totalidad.
Pero la mente nos va llenando de miedos por este oscurecimiento y forma al Ego para protegernos de dichos miedos. Ahí nos enredamos y perdemos de vista nuestra esencia.
El Eneagrama es un camino de regreso a casa, es decir, a nuestro ser. ¿Cómo? Desenmascarando este enredo, esta maraña, para que podamos percibir lo que realmente somos, nuestra totalidad.
En resumen, aunque no es un camino espiritual completo, sí es un viaje espiritual individual, indelegable y muy eficiente, si lo hacemos con la intención correcta.